FERNANDO CAVENAGHI
“Volví para que River regresara a Primera, y lo conseguí”
A solas con el capitán y goleador, el día después del título y ascenso del Millonario. Un recorrido por “el año más duro de mi carrera”, en el que se sostuvo gracias al apoyo de familiares y amigos. La historia del jugador que dejó todo por volver e, increíblemente, no sabe si seguirá en el club de Núñez.

Por qué volví a River? Cuando se fue al descenso hace un año me llamó
David, uno de mis mejores amigos, a mi casa de Porto Alegre, llorando
desconsolado. '¡Nos fuimos a la B, nos fuimos a la B!', me decía, y no
podía parar. Yo estaba en Brasil y me largué a llorar con él. Soledad,
mi esposa, estaba con mi hija Shopie en brazos. Cuando me vio así pensó
que se había muerto alguien de mi familia. Yo no sabía cómo hacer para
que David parara de llorar y le dije: '¡Pará! ¡Pará un poco! Quedate
tranquilo: arreglo todo en Brasil y en Francia y pego la vuelta a River.
Para tu cumpleaños te voy a regalar el ascenso a Primera'".
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Esta fue la anécdota más contada por estos días entre los familiares y
amigos de Fernando Ezequiel Cavenaghi (28). River volvió a Primera
división y la casualidad del destino quiso que justamente sea el sábado
23 de junio, el día que su amigo David La Regina –quien jugó en las
inferiores de River con él– cumplía los 29 años. Así, el Torito nacido
en Bragado pero criado en O'Brien saldó su deuda. Con su amigo y con
todo el pueblo riverplatense. Aunque él no se fue a la B ni tuvo nada
que ver con ninguno de los nefastos procesos anteriores, en el peor
momento de la historia del club de Núñez sintió que debía hacer algo.
Tomó la lanza, resignó plata y fue el primero en decir: "No me importa
nada. Vuelvo a River y páguenme lo que quieran".
Cavenaghi, al igual que su familia, lleva los colores rojo y blanco en
el corazón, y no es un cuento para las cámaras. De esto pueden dar fe su
mamá Mónica, su papá Edgardo, sus tres hermanos Marcos, Belén y
Nicolás; su abuela Norma y su abuelo Edgardo. Todos ellos lo acompañaron
en esta procesión que significó ir todos los domingos a ver a River. De
local o de visitante. Pero, sin dudas, su mujer y sus hijos –su círculo
más íntimo– son tan campeones como él. Soledad (30), quien lo enamoró a
los 13 años, no puso reparos cuando le dijo que se volvían. Con Sophie
(1) –que tenía pocos meses de vida– y Benjamín (3) –que comenzaba a
hacer la adaptación en un Jardín de Porto Alegre– hicieron las valijas y
pegaron la vuelta. Hoy no se arrepienten. Benja se hizo hincha fanático
del Millo. En los picados que juega con su hermana en el jardín de su
casa en Nordelta, él es Cavegol y a Sophie le toca el papel de... ¡Pablo
Mouche, el delantero de Boca! Claro que tanto fanatismo le trajo
problemas en el Jardín del Colegio Marín: "En el aula se la pasa
cantando canciones de la cancha. Y lo que es peor, ¡les enseña a sus
amigos canciones contra Boca! ¡Todas con put...! Cuando lo voy a buscar,
me paran las mamás en el pasillo y me dicen: '¡¿Esto le enseñás vos a
tu hijo?!' No sé cómo decirle que Benjamín las aprende en la cancha",
confiesa Soledad en la intimidad de su casa. Ahí, minutos antes de que
la familia salga a dar un paseo en bicicleta, la charla con el capitán
de River, el goleador del equipo con 19 tantos, el hombre que cumplió su
gran sueño.
–¿Estos doce meses fueron los más difíciles de tu carrera?
–Sin dudas. Los más duros, pero también los más emotivos. Yo volví para
que River esté de nuevo en Primera, y lo conseguí. No esperé ni que me
llamen. No le podía dar la espalda al club que me vio nacer.
–¿Por eso te largaste a llorar como un chico en el final del partido del
sábado?
–Sentí que me saqué una mochila de 100 kilos que tenía sobre mis
espaldas. Vivimos la primera y la segunda etapa de una forma muy
especial. Lo mismo que les pasó a los hinchas de River. Los primeros
partidos no podíamos creer dónde estábamos jugando...
–¿A qué te aferrabas para no bajar los brazos?
–A la gente. Al hincha, ése que está en Puerto Madryn, en Corrientes, en
Paraná o en Jujuy y te espera cinco horas con su hijo en brazos para
sacarse una foto. Cuando llegás, le mirás los ojos llorosos porque te
tiene cerca y te olvidás de todo.
–¿Fue ese hincha que tenés adentro el que te dijo: "¡Dejá todo y
volvé!"?
–Sin dudas. Yo no iba a dormir tranquilo en Brasil sabiendo que mis
familiares y amigos estaban sufriendo porque River estaba en la B. Hoy,
con el resultado puesto y el éxito, te digo que fue un acierto. Pero si
no salíamos campeones tampoco me habría arrepentido.
–Cuando le dijiste "Sole, armá las valijas que viajamos a Buenos Aires",
¿qué te respondió?
–¡Ella fue la qué me dijo: 'Volvés sí o sí'! (carcajadas). Ahí es cuando
me doy cuenta de que también acerté en el amor. Tengo a mi lado a la
mujer más hermosa, una mamá increíble y una compañera de fierro. En los
momentos difíciles siempre aparece.
–¿Cuál fue el momento más duro?
–La semana pasada, cuando perdimos con Patronato en Santa Fe. Esa noche
no dormí. Creo que recién pude cerrar los ojos el domingo, cuando
Chacarita le ganó a Central y volvimos a quedar a un paso del título.
–Se habla mucho sobre si te vas o te quedás. ¿Vas a renovar contrato con
River?
–Hoy no te lo puedo decir. Llegué con la idea de retirarme en el club,
pero mi contrato se vence esta semana y todavía no lo sé.
–Hace poco, Passarella dijo: 'Si vos querías te podías quedar toda la
vida en River'.
–Estaría bueno que eso me lo dijera a mí o a mi representante (Néstor
Sívori). Si me toca quedarme, voy a ser el tipo más feliz del mundo. Y
si me tengo que ir, lo haré con la conciencia tranquila: River está en
el lugar que su historia y los hinchas pedimos: ¡otra vez en Primera!
Por Sergio Oviedo. Fotos: Matías Campaya, Walter Papasodaro y María
Antonia Gill Martínez.